En China, la venganza del dragón (Península) la periodista Georgina Higueras (Sigüenza, Guadalajara, 1955) habla de “la necesidad imperiosa que siente China de recuperar el centro del mundo que siempre ocupó hasta el siglo XIX. Esto supone poder económico e influencia”, influencia y poder económico que sin duda ha alcanzado ya que a día de hoy “la economía china es ya la primera del mundo por paridad de poder adquisitivo”, aunque también son muchos los problemas que enfrenta.
Su fascinación por este país asiático comenzó a los 15 años a través de un libro, I Ching: El libro de las mutaciones, que la llevó a estudiar chino y hacer un máster en la Universidad de Pekín cuando finalizó la carrera de Ciencias de la Información. Trabajó en China para EFE entre 1982 y 1984, ha cubierto numerosos conflictos como Camboya-Vietnam y los de Afganistán, fue corresponsal de la cadena Ser en Moscú (1997-2001) y para El País fue enviada especial en Asia hasta hace dos años.
Autora también de El despertar de Asia (Península) y Haití (Península), en la actualidad publica análisis asiáticos en El Periódico de Cataluña, en Esglobal, Política Exterior o el Instituto Español de Estudios Estratégicos. Ha aparcado momentáneamente su nuevo libro también sobre China, que “esta vez no será un ensayo. Es una novela y ya estoy metida en ella”, para hablar con EnCubierta de sus años allí y su visión de un país en constante mutación, esa que fue clave para ‘atraparla’ con 15 años.
En ‘China, la venganza del dragón’ hace un recorrido por China desde su segunda revolución en 1979 y cómo pretende emerger en este siglo XXI y tomarse la revancha de las humillaciones infligidas por Occidente. ¿Qué humillaciones ha sufrido o siente China que ha sufrido? ¿Es una venganza exclusivamente económica o hay algo más?
China considera la Guerra del Opio de 1840, por la que perdió Hong Kong y fue forzada a abrir sus puertos a los comerciantes occidentales, el inicio de un siglo de humillaciones constantes, en el que sufrió brutales agresiones, como la japonesa, y fue semicolonizada. Tras la segunda Guerra del Opio se le impusieron multitud de tratados desiguales que la obligaron a aceptar concesiones extraterritoriales libres de impuestos en las que se instalaron cientos de miles de extranjeros, que trataban a los mismos chinos como ciudadanos de segunda clase y aceleraron la decadencia del país.
Cuando hablo de venganza me refiero a la necesidad imperiosa que siente China de recuperar el centro del mundo que siempre ocupó hasta el siglo XIX. Esto supone poder económico e influencia. Esta aspiración se encuentra en las mismas raíces de China, cuyo nombre, Zhongguo, significa Imperio del Centro.
En estos años que han pasado desde que escribió el libro con tanto cambio supongo que da cómo mínimo para una segunda parte, ¿se lo ha planteado?
Sí, pero esta vez no será un ensayo. Es una novela y ya estoy metida en ella, aunque me está costando mucho. Tantos años de periodismo hacen que me sea muy difícil levantar los pies del suelo y novelar.
También escribió ‘El despertar de Asia’ donde no solo habla de China, sino de otros muchos países de la región. Parece que el ‘zoológico’ anda un poco revuelto tras salir del letargo el dragón chino, el oso ruso… ¿el siglo XXI será el de Asia?
No lo será, ya lo es. Siguiendo con el zoológico, India, el elefante, tiene un potencial enorme. Si China e India solucionan su disputa fronteriza y sus recelos, la cooperación entre ambas será la gran impulsora de la economía mundial. Además, están los tigres, los países miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), que también juegan un importante papel. Sin embargo, no tengo la misma confianza en el oso ruso. Dependerá en buena medida de que se solidifique la alianza entre los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Antes de ser delegada de EFE en Pekín en el año 82 usted ya había puesto el ojo en China cuando al terminar la carrera de periodismo se marchó a estudiar chino y realizar un máster en la Universidad de Pekín sobre las relaciones internacionales de este país. ¿Por qué China? ¿De dónde le viene la fascinación por este país asiático?
Viene del I Ying (El Libro de la Mutaciones), que me regalaron cuando cumplí 15 años. A partir de ahí empezó mi peregrinaje por las librerías en busca de libros que tuvieran que ver con China. Me fascinaba todo.
Cuando llegó presenció la puesta en marcha de las cuatro modernizaciones propuestas por Deng Xiaoping, los primeros mercados libres y muchos cambios económicos. Como periodista ¿es más interesante la China de los primeros años 80, cuando usted llegó por primera vez, o la China actual?
Cada momento tiene su interés. Aquellos años fueron apasionantes. Creo que no los cambiaría por nada, pero reconozco que me encantaría volver y seguir la nueva etapa que ha iniciado Xi Jinping, con las contradicciones entre “el sueño chino”, que proclama el liderazgo, y los ‘sueños de los chinos’.
Algo tan simple como un saludo, ciertos gestos, supersticiones o diferencias gastronómicas pueden suponer un problema en la convivencia diaria por las diferencias culturales. Seguro que usted podrá decirnos si Bárcenas en el caso de ser chino hubiera perdido el mianzi o el lian, pero nos interesa más saber cuál fue el mayor choque cultural que usted experimentó al llegar a China y si tuvo muchos problemas de este tipo.
El mayor choque me lo llevé al día siguiente de llegar, cuando el profesor Yuan, responsable del departamento de español, me invitó a tomar té y descubrí que era agua caliente. A partir de ahí, estaba claro que podía esperar cualquier cosa. Lo que me parecía más alucinante era como me seguían las gentes por los pueblos o ciudades, caminaban detrás, cuchicheando, riéndose y empujándose entre ellos. Si te volvías y les decías algo en chino salían corriendo atemorizados. O como se acercaba el más osado con el dedo índice tieso para tocar un plumas de alta montaña rojo que me ponía para matar el frío. Para muchos era la primera vez que veían a un “demonio extranjero” y no podían reprimir la curiosidad.
¿Ha experimentado en algún momento problemas por parte de China a la hora de informar sobre el país? Quiero decir intentos de censura, hostilidad si tocaba ciertos temas como el conflicto del Tíbet, la falta de libertades…
Censura no, porque yo enviaba mis crónicas a Madrid y no podían cortarlas o cambiarlas. Su fórmula era invitarte a comer para explicarte como eran las cosas, de manera que no te llevaras a engaño por otros medios. Hay temas especialmente sensibles, Tíbet es uno de ellos, y el que más Tiananmen, que marcó un antes y un después en las relaciones de China con Occidente y, por supuesto, en las relaciones entre el PCCh y los ciudadanos.
¿Cuáles son los cambios, positivos y negativos, que más le han impactado o que destacaría en la evolución de China desde los años 80 hasta hoy?
Entre lo positivo, el desarrollo y las libertades civiles, aunque esto último, dicho por una occidental, parezca raro. En la China a la que llegué en 1979 todo estaba prohibido y el miedo era la nota dominante. Nadie decía una palabra. No te podías casar, tener un hijo o comprarte una bicicleta sin el permiso de la danwei (unidad de trabajo). Hoy en día la gente dice lo que quiere, critican a quien les da la gana, viajan y se compran lo que quieren. Es cierto que no hay libertad de prensa y que la policía cibernética se pasa el día husmeando en lo que se escribe en Internet, pero la absoluta mayoría de la población está contenta con lo alcanzado hasta ahora.
De lo negativo, la corrupción y la contaminación, las dos son asfixiantes y ninguna de las dos existía en los años 80.
-¿Cuál ha sido en todos estos años la relación de la prensa occidental con China? ¿Considera que se ha hecho en general una cobertura intentando comprender lo que allí sucedía o se ha tratado injustamente al país, como por ejemplo suele denunciar Rusia?
La prensa occidental es muy diversa. La hay que escribe magníficas historias sobre los cambios que se están operando en China, recogiendo con honestidad lo que sucede, con sus partes positivas y negativas. También hay otra prensa, generalmente cercana a los intereses más reaccionarios de EEUU que, desde lo alto del pedestal de su autoridad moral, critica y desprecia todos los avances experimentados por el país.
En 2014 el FMI ya consideraba, según algunos parámetros económicos, que China era la primera economía del mundo por delante de EEUU. Con la misma velocidad que crece su economía, crecen sus problemas (excesiva degradación medioambiental, falta de servicios públicos de calidad, enorme desigualdad interna…), ¿cree que eso puede provocar que la economía china explote más pronto que tarde? Y de ser así, ¿cómo afectaría al resto del mundo?
Sí, la economía china es ya la primera del mundo por paridad de poder adquisitivo (PPP, en las siglas en inglés), pero el Producto Interior Bruto (PIB) de EEUU es aún casi un 40% mayor que el de China. Los problemas que enfrenta la económica china en la actualidad son ingentes, pero no creo que sean insuperables. El Gobierno parece consciente de la gravedad de la situación y ha emprendido una serie de reformas que van desde una recentralización con restricción del crédito a los grandes conglomerados estatales y apoyo a las PYMES, al uso de energías limpias, pasando por la extensión paulatina de la seguridad social a toda la población. A todos nos interesa que la locomotora china siga tirando porque, ya lo dicen los economistas, si China estornuda el mundo se constipa.
En ese pulso económico que mantiene China con EEUU. en ocasiones va de la mano de Rusia. Tanto en asuntos que ambos países vetan en el Consejo de Seguridad de la ONU, como en la Organización de Cooperación de Shanghái o en los BRICS. Desde su punto de vista, ¿China pretende establecer un nuevo orden mundial en el que suplante a EE.UU. como actor hegemónico o en el que se reparta la hegemonía, entre otros, con Rusia?
China, como los demás BRICS, considera que actuales instituciones de gobernanza global están obsoletas y se corresponden con el orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Puesto que los intentos de una mayor participación de los emergentes han sido vanos hasta ahora (China sigue esperando mayor porcentaje de voto en el FMI, mientras Brasil, India y Suráfrica quieren estar en el Consejo de Seguridad de la ONU), los BRICS han dado los primeros pasos para crear otro orden paralelo. De momento, no han tratado de derribar el existente. China ya ha dicho muchas veces que quiere un mundo multipolar.
En España (y en otros muchos países) ciudadanos chinos han comprado muchas propiedades y negocios, en muchos casos manteniendo el nombre y la actividad que se realizaba, son capaces de adaptarse rápidamente y hablar el idioma local, ¿es esa la clave de su éxito? ¿Se podría hablar de una especie de colonización silenciosa y pacífica de los chinos?
Si miramos la cantidad de empresas que creemos españolas y son estadounidenses, británicas, alemanas o italianas, no nos extrañará tanto la penetración china. En cualquier caso, vamos hacia una presencia cada vez mayor de chinos en nuestra economía y en nuestra vida diaria. El historiador Hugh Thomas llama a China “el imperio benigno” y siempre será mejor un avance pacífico, que uno a bombazo limpio.
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