“-Caballeros, como vos bien sabéis y el dicho reza, quien no goza de confianza no puede realizar hazaña alguna. Vosotros mismos acordasteis no hace mucho que quien traspusiera la cortina de agua y volviera a cruzarla sin sufrir daño alguno sería nombrado vuestro rey. Pues bien, yo lo he hecho no una vez, sino dos y he tenido, incluso, la delicadeza de traeros a vivir a un lugar tan privilegiado como éste, para que gocéis de sus maravillas y criéis sin ningún sobresalto a vuestras familias. ¿Cómo es posible, pues, que no os arrodilléis ante mí y me presentéis vuestros respetos? ¿Es que habéis olvidado tan pronto vuestra promesa? ¿Qué clase de mono es el que no cumple su palabra?
Al oírlo, todos los monos se sintieron profundamente avergonzados y, cruzando las manos sobre el pecho, se postraron humildemente en la tierra. A continuación le fueron presentando sus respetos uno por uno, empezando por los de más edad y terminando por los más jóvenes”.
Su Wukong, el Rey Mono, al que en el fragmento precedente el resto de monos presentan sus respetos, es uno de los personajes principales de Viaje al oeste. En esta obra se narra el viaje que emprende junto al monje Xuanzang para recuperar los sutras budistas de la India.
El Rey Mono es uno de los personajes más populares de la literatura china, equivalente a un Quijote o un Hamlet, y ha servido de inspiración a personajes como el famoso Goku de Bola de Dragón. Entre las últimas apariciones en cine de este peculiar guerrero destaca la que hicieron Jackie Chang y Jet Li en El reino prohibido (2008), muy profusa en luchas y saltos imposibles.
Viaje al oeste (1590), atribuida a Wu Cheng’en, editada por Siruela, aunque no disponible en formato digital, es una de las cuatro novelas clásicas de la literatura china junto a Romance de los tres reinos (Siglo XIV) de Luo Guanzhong, A la orilla del agua (Siglo XIV) de Shi Nai’an, y Sueño en el pabellón rojo (Siglo XIII) de Cao Xueqin, editado por Galaxia Gutenberg.
A la literatura china le ha sucedido como a la misma China, ha sido durante siglos una gran desconocida en Occidente. En los últimos años las editoriales han recuperado, además de dos de estas grandes piedras angulares, a un buen número de autores especialmente del siglo XX, y comienzan a publicar con asiduidad a los autores contemporáneos más destacados.
De la primera mitad del XX podemos recordar a escritores como Lu Xun (Diario de un demente, Kailas), Guo Moruo, Mao Dun, Lao She (El camello Xiangzi, Funambulista), Ba Jin (La familia, Libros del Asteroide), Ya Dafu (La oveja descarriada, Kailas), cercanos muchos de ellos al Movimiento Cuatro de Mayo que surgió de las protestas de 1919 por el injusto trato a China en la Conferencia de Versalles a pesar de estar en el bando ganador. Muchos de estos autores simpatizaron y se unieron después al Partido Comunista Chino y fueron defensores del nuevo régimen comunista que se instaura a partir de 1950. Otros autores como Eileen Chang (El candado dorado) comienzan entonces su exilio por el mundo por su oposición al Gobierno de Pekín.
En la literatura más reciente destacan autores como Jiang Rong (Tótem lobo, Alfaguara), Yu Luojin o Yan Lianke. La disidencia política es una de las constantes de muchos de estos autores. Prueba de ello es que por ejemplo el primer Premio Nobel de literatura en lengua china fue para Gao Xingjyan en 2000, autor que se encuentra exiliado en Francia y de quien les recomendamos El libro de un hombre solo. El otro premio nobel de la literatura china es Mo Yan, galardonado en 2012, que sigue residiendo en su país a pesar de haber sufrido censura con algunas de sus obras. Otro autor del exilio es Ya Ding, autor de El sorgo rojo, obra que comparte título con uno de los éxitos de Mo Yan. Y también entre nuestras recomendaciones una de las obras con más éxito fuera de China en las últimas décadas, Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie.
El libro de un hombre solo, de Gao Xingjyan (Debolsillo, 2012)
Él es un hombre solo. Sin ideales, sin mujer, sin hijos. Está vivo y al fin es libre. Él mantiene silenciosas conversaciones consigo mismo en habitaciones de hotel de distintas ciudades, acompañado siempre de hermosas mujeres con las que apenas tiene relación más allá de breves encuentros eróticos. Él es ahora un reconocido artista chino exiliado que evoca, con una sensibilidad que no hace concesiones al melodrama, los años en los que inició una batalla perdida contra el adoctrinamiento y la masificación. En el personal ajuste de cuentas que mantiene con los recuerdos de su juventud, él hace un retrato, a un tiempo hermoso y terrible, del proceso que convirtió a su país en un territorio de espías y traidores, de temerosos y arribistas, de siniestros solitarios.
Las baladas del ajo, de Mo Yan (Kailas, 2010)
El gobierno comunista ha animado a los granjeros a plantar grandes campos de ajo. Éstos recorren enormes distancias con su cosecha, pagan elevados impuestos y, al final, descubren que es imposible venderlo porque los almacenes estatales están repletos. Los campesinos se sublevan y la represión es brutal pero, incluso encarcelados en condiciones terribles, aún florecen entre ellos el amor y la lealtad.
El sorgo rojo, de Ya Ding (Backlis, 2010)
El sorgo rojo es una novela excepcional, una combinación perfecta de reflexión histórica, epopeya personal, drama, lirismo, testimonio y calidad literaria. A través de la mirada de un niño, el autor nos desvela la fuerza y el alcance de una de las épocas más convulsas de la historia de China más reciente, la Revolución Cultural. Ding combina crudas descripciones de la penosa situación de los campesinos con referencias históricas, apuntes de las creencias religiosas de los más humildes y con elementos de su propia biografía.
Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie (Salamandra, 2014)
Dos adolescentes chinos son enviados a una aldea perdida en las montañas del Fénix del Cielo, cerca de la frontera con el Tíbet, para cumplir con el proceso de «reeducación» implantado por Mao Zedong a finales de los años sesenta. Soportando unas condiciones de vida infrahumanas, con unas perspectivas casi nulas de regresar algún día a su ciudad natal, todo cambia con la aparición de una maleta clandestina llena de obras emblemáticas de la literatura occidental. Así pues, gracias a la lectura de Balzac, Dumas, Stendhal o Romain Roland, los dos jóvenes descubrirán un mundo repleto de poesía, sentimientos y pasiones desconocidas, y aprenderán que un libro puede ser un instrumento valiosísimo a la hora de conquistar a la atractiva sastrecilla, la joven hija del sastre del pueblo vecino.
Mariposas para los muertos, de Diane Wei Liang (Siruela, 2011)
Es un juego peligroso el de investigar la verdad en una sociedad que aún está poniendo al día los secretos de su pasado… En lo más remoto de China, un activista político encarcelado tras la masacre de Tian’anmen es puesto en libertad y se dirige a la capital del país, donde espera enfrentarse con sus propios demonios. La detective Mei Wang, entretanto, acepta investigar la desaparición de una deslumbrante y joven estrella llamada Kaili. Desde el glamour y la riqueza del Pekín moderno, llegará hasta los viejos callejones –o hutongs– que aún existen en los límites de la ciudad. Allí, Mei no sólo busca a Kaili, sino que también va tras la pista de una delicada «mariposa de papel» que ha descubierto en el apartamento de Kaili. Poco a poco se dará cuenta de que la verdad no siempre nos hace libres.
Vientos amargos, de Harry Wu (Libros del asteroide, 2014)
Vientos amargos es la crónica de la supervivencia de un hombre bajo la opresión y la brutalidad. El 27 de abril de 1960, Harry Wu, un estudiante del Instituto de Geología de Pekín, fue arrestado por las autoridades chinas y sin ser juzgado o acusado formalmente fue enviado a un campo de trabajo. Durante casi veinte años estuvo encerrado en distintos campos, fue privado de todos sus derechos y obligado a trabajar hasta la extenuación sufriendo múltiples penalidades. De miembro de la élite intelectual del país pasó a ser un paria, recluido junto a delincuentes comunes, pasando hambre, sufriendo torturas y viendo morir a muchos de sus compañeros. Wu fue liberado del trabajo en los campos en 1979 y unos años después conseguiría exiliarse en Estados Unidos.
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