La palabra de la semana es Syriza, Synaspismós Rizospastikís Aristerás (Coalición de izquierda radical), el partido que ha ganado las elecciones griegas, que ha mosqueado a Bruselas y a Berlín, especialmente a Berlín, que ha pactado con una derecha nacionalista y que ha excluido a las mujeres del gabinete ministerial relegándolas a la categoría de viceministras. El entusiasmo no ha logrado tapar las tempranas decepciones. Las elecciones griegas han sido el tema político de la semana, o puede que del mes. Porque vivimos politizados, porque hay días en que la sociedad española parece dividirse en dos, al margen de la dicotomía izquierda-derecha cada vez más diluida porque de pronto existe la transversalidad. Están los que hablan de Podemos y los que hablan del reality de turno donde de vez en cuando la política también hace acto de presencia. También está el fútbol, ese siempre está. O puede que no, que esto suceda sólo en las redes sociales, o en la televisión. La realidad va mucho más allá, eso es cierto, pero es innegable que la política, para bien o para mal, está de moda. En un año de elecciones, donde algunos se van a pasar más domingos en el colegio electoral que en casa superando resacas, tendremos mucho tiempo para hablar de campañas, de mítines, de debates y de programas. Aunque puede que de programas no tanto, porque somos muy politiqueros, pero de ahí a que nos leamos los programas electorales va un mundo.
La gran mayoría nos identificamos más o menos con una ideología, muchas veces por influencia familiar, por nuestro entorno laboral o por nuestras amistades, por el lugar donde estudiamos o quizás por mera intuición o sensibilidad. Luego los medios son los que se encargan de reforzar nuestras convicciones y la ideología la extraemos de los hechos, de las políticas consumadas o de la apreciación que hacemos de los líderes políticos. La rutina diaria, nuestros trabajos, nuestra vida familiar, no nos permiten profundizar tanto como quisiéramos en la teoría política. Nuestro tiempo libre lo preferimos dedicar a una buena novela, a nuestras aficiones o a una charla con los amigos con unas cervezas de por medio, aunque es muy probable que de política terminemos hablando. Puede que algunos citemos a Marx de vez en cuando, quizás sin haber terminado jamás el Manifiesto Comunista. Ya sería más extraño que alguien invoque a Mao y a su Libro rojo, porque pasar de mito comunista, referente de jóvenes e inspirador de revoluciones allá por el 68, a tirano despiadado con millones de muertes a sus espaldas, no le resultó dificil al dirigente chino.
Los libros políticos llenan muchas estanterías de las librerías en los últimos años, pueden encontrar de todas las ideologías y de todas las épocas, pueden encontrar aquellos con los que se sentirán muy cómodos y aquellos que le provocarán un sarpullido.
Nosotros vamos a dejarles un puñado de títulos de algunos autores que se han ido configurando como referentes y analistas de la realidad o como tótems de la ideología, autores que han inspirado movimientos de protesta desde los años 60 hasta ahora . Desde Gramsci, mito de la izquierda europea, pasando por Noam Chomsky, látigo de la política americana, al filósofo Zizek, tienen donde elegir.
Puede que muchas ideas de estos autores le puedan parecer superadas, el mismo Galeano afirmó no estar de acuerdo con algunas de las cosas que escribió en Las venas abiertas de América Latina, ya cada uno pone su filtro.
Perdonen que no incluyamos un resumen de las ideas de esa máxima representante del liberalismo que fue Margaret Thatcher, ya saben, el sarpullido.
Antología, de Antonio Gramsci. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán (Akal, 2014)
Antonio Gramsci (1891-1937) estudió en la Universidad de Turín. En 1913 se afilió al Partido Socialista Italiano. Al final de la guerra, sus lecturas de Marx, Engels y Lenin lo impulsaron a rechazar el idealismo filosófico. En 1919 fundó el periódico Ordine Nuevo, dirigido al proletariado italiano. Ante la disyuntiva planteada por el curso que tomaba la Revolución rusa, Gramsci optó por adherirse a la línea comunista y, en 1921, se escindió con el grupo que fundó el Partido Comunista Italiano. Integró el Comité Central, al que también representó en Moscú en el seno de la Tercera Internacional (1922), y en 1924 creó un órgano de prensa oficial (L’Unità) y fue diputado. Cuando en 1925 Mussolini anunció su propia dictadura, Gramsci pasó a la clandestinidad y fue arrestado en 1926 y después de once años de malos tratos y confinamiento, murió en 1937. En esas condiciones, sin embargo, Gramsci fue capaz de producir una gran obra escrita (los treinta y cuatro Cuadernos de la cárcel) que contiene una revisión historicista del pensamiento de Marx, tendente a modernizar el legado comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX.
La sociedad carnívora, de Herbert Marcuse (Ediciones Godot, 2011)
Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo alemán, fue una de las principales figuras de la Escuela de Frankfurt. Ante el creciente acoso contra los judíos, abandonó Alemania en 1933, instalándose en Estados Unidos, donde obtuvo la ciudadanía en 1940. Ejerció como profesor en las universidades de Columbia, Harvard, Brendeis y California. Referente de la izquierda, él mismo se definía como marxista, socialista y hegeliano. La sociedad carnívora reúne una serie de charlas que Herbert Marcuse pronunció en Europa en 1969, a propósito de la Revolución estudiantil de Mayo 68. Inédito en español, este libro, con prólogo de Miguel Grinberg, ofrece una visión que, a pesar de los años, aún hoy resulta renovadora.
Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano (Siglo XXI, 2011)