No fue el primero por supuesto, tampoco sabría decir qué edad tenía, porque esa nebulosa que suele envolver los años de infancia desordena los acontecimientos por muy importantes que sean, pero desde luego es el recuerdo más vivo de cómo recibí un libro como regalo. Mi tío una navidad me regaló Tintín y los Pícaros, mientras, mi hermano recibía un monopatín amarillo. No sé si en ese momento yo miré con deseo aquel monopatín considerándolo mucho mejor regalo que el libro. Con los años el monopatín desapareció, tras darle un buen uso, pero aquel número de Tintin, junto con los otros 22 volúmenes de la colección sigue en uno de los muebles de la casa de mis padres. Curiosamente este es el último título completo publicado por Hergé, empezamos la casa por el tejado. Tanto mi hermano como yo nos convertimos en auténticos tintinófilos y pasados treinta años fuimos juntos a ver esa película con la que mi admirado Spielberg quería rendir homenaje al héroe de nuestra infancia y juventud, un poco de decepción sí hubo.
Muchos más libros fueron apareciendo por mi casa aquellos años, y entre ellos otro lugar importante lo ocupaban tres colecciones de Susaeta: Una fábula para cada día del año, regalo de mi catoliquísima primera comunión, Una leyenda para cada día del año y por último Un cuento para cada día del año. Viví fascinado durante años con todas aquellas historias, hasta que la madurez fue sustituyendo a dragones, magos, caballeros o animales parlantes por otro tipo de historias, por otra literatura que ya hablaba de amor sin final feliz como les pasó a Romeo y Julieta, vidas que al llegar la vejez se extinguían como en La lluvia amarilla de Julio Llamazares y malvados sin el encanto de brujas y piratas, como los militares opresores que daban golpes de estado como en La casa de las espíritus de Isabel Allende. Pero a finales de la veintena, el estudio de las Fábulas recopiladas por Italo Calvino hizo renacer mi interés por esas narraciones que había abandonado años atrás.
Cuando todavía ojeo las secciones de infantil y juvenil de las librerías, sonrío al ver parte de las colecciones de Barco de vapor y Ala delta, colecciones que ocupaban tres cuartas partes de la pequeña biblioteca de la escuela rural donde estudié hasta los 11 años.
Cuando se le pregunta a cualquier persona cuáles son los primeros libros de los que tiene recuerdo es muy usual que aparezcan clásicos maravillosos como las obras de Julio Verne, La vuelta a la mundo en ochenta días o 20.000 leguas de viaje submarino, la fantástica Los viajes de Gulliver de Jonathan Swiff o Tom Sawyer de Mark Twain. Algunos de estos títulos también pasaron por mis manos en su versión adaptada, aunque recuerdo sobre todo un Quijote en formato comic. Entre mis amigos y familiares interrogo y me citan Los cinco de Enid Blyton, Puck de Lisbeth Werner y los libros de Elige tu propia aventura creación del recientemente desaparecido R.A. Mongomery.
De esa nebulosa que mencionaba al principio sale un título más, un libro que olvidé durante años y que un día la casualidad puso de nuevo en mis manos. Eclipsado por otra obra de de sus autora, la celebérrima Mujercitas, Hombrecitos de Louisa May Alcott fue quien selló un paso a la madurez lectora sin que yo me diese cuenta.
Les dejamos con este número una selección de historias para niños y jóvenes, cuentos que hablan del exilio, de la música, de aventuras, de futbol, de sueños y decepciones. Y también un homenaje a una mujer que a muchos de nosotros nos acompaño desde la infancia hasta la adultez y que este año nos ha dejado un poco huérfanos, Ana María Matute.
El chico de las manos azules, Eliacer Cansino (Bruño, 2014)
Con restos de pintura azul en las manos, el joven Franz llega casualmente a España junto a Illia, huyendo del horror de la guerra desatada en su país de origen, Yugoslavia. Les espera una tierra desconocida, y no es fácil adaptarse a un ambiente que nada tiene que ver con sus vidas anteriores. La miseria y los contratiempos desatan los peores y los mejores sentimientos… Una apasionante historia de superación, de lucha, de recuperación de la dignidad perdida.
La voz del árbol, de Vicente Muñoz Puelles (Anaya)
Virginia vive en el campo con su familia, rodeada de animales y plantas. La convivencia con la perra Laika, la rana Renée, el hurón Hugo o el pájaro Grip es tan natural como con cualquiera de sus hermanos. Los animales parecen ser un miembro más de la familia. Pero ese verano, Virginia descubre algo muy especial: una cabaña en un árbol en la que van apareciendo libros de forma misteriosa. ¿Quién los deja ahí? ¿Por qué?
Paulina, de Ana María Matute (Destino, 2013)
‘Acababa de cumplir diez años cuando me llevaron con los abuelos, a la casa de las montañas. Primero hicimos un viaje muy largo, que duró cerca de tres días. Tuvimos que coger dos trenes, y al final (después de tomar café con leche en un bar al lado de la estación, de madrugada, con un frío muy grande), llegó el autocar, pintado de azul, que llevaba a las montañas’.
El sueño de Iván, de Roberto García Santiago (SM, 2013)
Por primera vez en la historia del fútbol, una selección de niños va a enfrentarse a una selección de los mejores jugadores del mundo. El motivo: recaudar fondos para los damnificados de un terremoto. El partido tendrá lugar en el estadio Azteca de México y, evidentemente, los niños no tienen ninguna posibilidad de ganar, ¿o sí? Iván, uno de estos niños futbolistas, nos contará todo en primera persona. Bueno, y también lo que pasó después de que Paula le diera aquel beso, y cómo Morenilla, el matón de la clase, se llevó un buen remojón.
El síndrome de Mozart, de Gonzalo Moure (SM, 2010)
rene, una chica aficionada a tocar el violín, conoce a Tomi en un pueblo de Asturias durante sus vacaciones. Ella queda impresionada por el gran talento musical del chico y descubre que es muy, muy especial… A medida que se van conociendo, ella percibe que la historia de Tomi se puede reflejar en la de otro genio, Mozart. Estupenda novela que es un apasionado diálogo a través de la música.
50 cuentos que hay que leer antes de dormir, adaptación de Victoria Simo (arrobabooks 2013)
Estáis a punto de penetrar en territorio encantado. Puesto que el mundo de lo maravilloso es imprevisible, hemos confeccionado esta pequeña guía que os ayudará a orientaros y evitará que hadas, brujas u otros seres mágicos os pillen desprevenidos.
El jefe de la manada, de Inés Garland (Siruela, 2014)
Una novela de misterio y aventuras sobre el valor de la amistad y el respeto a los animales.
Nina y su primo Milo tienen once años y viven en Buenos Aires frente al parque del Rosedal, donde suelen ir a jugar y a divertirse. Ahí conocen a Gudrek, un vagabundo que vive en el parque con sus perros y que parece un árbol grande cuando está de pie. Nina y Milo sueñan con aprender a volar y a comunicarse por telepatía; siempre que visitan a su abuelo Tato, que vive en Colonia, al otro lado del río, practican ejercicios de telepatía con él.