Miguel del Arco (Madrid, 1965) acaba de girar por América con La función por hacer, la obra que le situó como uno de los principales protagonistas de la escena teatral española. Con Misántropo este año ha obtenido el Premio Ceres del Festival de Mérida, obra puesta en pie por la compañía Kamikace Producciones que fundó junto con Aitor Tejada.
Del Arco se muestra muy crítico con la situación en que la política ha puesto al tejido teatral español. En su futuro cercano, el proyecto Teatro de la Ciudad, proyecto que ha puesto en marcha junto con Andrés Lima Y Alfredo Sanzol en La Abadía y la posibilidad de rodar su primera película.
Ha estado de gira por América Latina, ¿Cómo ha ido? ¿Qué papel cree que juega en el futuro del teatro español el continente americano?
Ha sido intenso. Hacía mucho tiempo que no estaba de gira un mes entero sin pasar por casa. Las giras en España se ha reducido, desgraciadamente, a los fines de semana. Ojalá se normalizara el tránsito entre España y Sudamérica y viceversa. Nos ayudaría a ampliar la vida de los espectáculos y a compartir miradas y formas de trabajar con los profesionales latinoamericanos.
¿El público teatral es diferente en España que en América? Al fin y al cabo las reacciones del ser humano ante las historias que nos cuentan no pueden ser muy diferentes.
No estamos encontrando respuestas muy diferentes. Varían pero como puede variar entre el público de dos ciudades españolas o incluso el público de dos días distintos en Madrid. Se producen curiosas reacciones en algunos momentos concretos pero en general tenemos las mismas sensaciones (estupendas) que teníamos con el público español.
El teatro es una auténtica carrera de fondo y, después de muchos años de trabajar duro, el reconocimiento y la fama le llegaron con La función por hacer. ¿Cambia la manera de trabajar, de ver las cosas, de afrontar nuevos empeños, de trabajar con los actores, o usted siguió haciéndolo como hasta el momento?
Cambia, necesariamente. Ahora las posibilidades de hacer lo que nos planteamos son reales. Somos unos privilegiados en ese sentido pero no olvidamos que hace apenas cinco años estábamos metidos en un local de ensayos poniendo en pie La función por hacer sin saber si llegaríamos a poder mostrarla al público.
Trabajar con los miembros de Kamikace Producciones ya debe de ser como tener una empresa familiar, se conocen ustedes muy bien, ¿o no es tan diferente a trabajar con actores nuevos?
Tengo mucho camino recorrido con todo el equipo. Hay una complicidad extraordinaria que me permite ir más lejos y perderme en el proceso creativo sin pudor. Creo que esa complicidad también se puede encontrar en elencos con los que trabajas por primera vez. Me pasó con De ratones y Hombres y con Un enemic del Poble pero requiere invertir un tiempo al principio que trabajando con la compañía puedo dedicarlo a probar durante más tiempo.
Misántropo recibió el Premio Ceres al mejor espectáculo teatral de 2014 en el pasado Festival de Mérida. ¿Se acaba uno de acostumbrar a los premios?
Yo no. Siempre son excitantes. Alimentan el ego y por lo general ayudan a vender, algo realmente complicado en estos momentos incluso para un espectáculo como Misántropo que ha tenido una acogida espectacular de público y crítica.
¿Es el IVA el gran problema del teatro en estos momentos? ¿No puede ir unido también que el público o quienes contratan las obras como ayuntamientos y similares no quieran pagar por algo que en realidad es muy costoso para las compañías?
El público sigue yendo al teatro. Y más que iría si el gobierno no se lo pusiera tan difícil. No me gusta generalizar con los Ayuntamientos, a quienes pertenecen la mayoría de los teatros de la red española. Hay profesionales de la gerencia y la programación que hacen su trabajo desde el amor al teatro y eso se nota en cómo van los espacios de los que son responsables. Los riesgos que asumen y el número de espectadores que tienen a lo largo de las temporadas. Lo del IVA sigue siendo un escándalo vergonzoso. Este gobierno no está dispuesto a dar marcha atrás ni siquiera habiendo constatado que han recaudando menos dinero y que están destruyendo el tejido teatral de todo el territorio.
La cultura se ha llevado más recortes que nadie en la lotería del gobierno. Y lo malo es que muchos ciudadanos lo justifican como lógico porque se considera accesorio. Y por otro lado estaba la siempre criticada política de subvenciones. ¿Cómo explicar que reducir la cultura a un divertimento prescindible es un peligro? ¿Y cómo quitarse el sambenito de ser unos subvencionados?
La cultura nunca ha sido un tema primordial en España. Si analizamos la herencia de los años de despilfarro veremos grandes fastos, carísimos (e inútiles) edificios que ahora no pueden afrontar ni abrir sus puertas y proyectos faraónicos clausurados. Cultura de escaparate, del cortoplacismo y del populismo del “todo gratis”. Creo que no ha habido visión política para fomentar la creación de estructuras sostenibles. Pero qué se puede esperar cuando los políticos de nuestro país ni siquiera han sido capaces de consensuar algo tan básico como una Ley de Educación.
En cuanto a lo de las subvenciones es un tema que me aburre soberamente. Existen numerosas actividades mucho más subvencionadas en nuestro país que la creación artística. Es un insulto recurrente hacia cualquier profesional del sector. Incluso nuestro ministro de hacienda ha soltado alguna perla al respecto. Son más furiosas las críticas hacia nuestro sector que por ejemplo a los miles de millones gastados en subvencionar a los bancos.
¿Cómo ve el futuro de las compañías públicas? ¿Cree que hay demasiada política en la toma de decisiones y en la elección de responsables? ¿Cree necesario la existencia de un escenario público? Le he escuchado que no le gustaría para nada dirigir algo como el CDN.
Nunca he dicho tal cosa. Lo que no me interesa es ocupar un puesto donde no esté garantizada mi independencia creativa ni la toma de decisiones. Qué profesional no estaría interesado en dirigir un centro que te permitiera investigar, crear y hacer el teatro que quieres hacer.
Dario Fo, entre otros, dice que todo teatro es teatro político, que política la hay incluso en la comedia aparentemente más ligera. Usted ha dirigido obras como Un enemic del poble, claramente un texto político, ¿cree que en cualquier obra hay una voluntad de cambiar las cosas o de defender que se queden como están?
El hombre es un animal político por naturaleza. Hacemos política aunque no queramos o no seamos conscientes de ello. Haces política cuando sales a la calle y eliges no mirar lo que sucede o cuando decides votar a unos políticos que defienden algo que supuestamente va en tu beneficio aunque sepas que son unos corruptos. El teatro, como decía Pirandello, es el lugar donde se representa la vida, por lo que también debe ser portador de esa misma naturaleza política.
Hace poco cerraba la Sala El Sol de York. Las pequeñas salas son todo un laboratorio de ideas, pero su mantenimiento se presenta complicado. Creatividad no falta a la hora emprender proyectos casi autogestionados por las compañías, pero ¿es fruto de la necesidad o es un cambio de modelo?
Creo que ambas cosas. Las salas pequeñas deben ser centros de creación que permitan la aparición de nuevas miradas. En Madrid son las que mantienen la efervescencia creativa. Pero están siendo absolutamente maltratadas por el ayuntamiento. Por las absurdas peticiones de los técnicos hasta que se concede la licencia de apertura y por la carga impositiva a las que se las somete. Acabo de llegar de Buenos Aires y este tipo de salas están por ejemplo exentas de IVA. Entrábamos en la salas, algunas realmente bonitas como el Sportivo teatral de Bartís y lo primero que pensaba era: esto sería imposible obtener permiso para abrirlo en Madrid. Y luego ¿cómo se le puede pedir el 21% de sus ingresos a una sala con un aforo de 60 personas? He vivido muy de cerca el calvario que se le está haciendo pasar a Fernando Sánchez Cabezudo con la Kubik Fabrik. Un profesional que se decide a abrir un espacio cultural en Usera apostando incluso el dinero que no tiene y que no ha obtenido del ayuntamiento más que trabas burocráticas. Hablan permanentemente de flexibilizar los despidos pero son obtusamente rígidos para cualquier iniciativa que suponga creación de empleo.
Usted ha dicho en alguna ocasión que al funcionariado le sienta mal al teatro y que quien se dedica al teatro debe saber que es una profesión que aunque pagada hay que hacerla con pasión y conlleva un esfuerzo. Pero a lo mejor ahora el esfuerzo comienza a ser excesivo para muchos jóvenes y no tan jóvenes que se dedican a ello.
Nada tiene que ver una cosa con la otra. Lucho permanentemente desde mi compañía para no precarizar nuestra profesión, que ha bregado mucho para dignificar sueldos y tener convenios que permitan regularizar nuestra actividad. Ahora cuando el río anda revuelto hay muchos interesados en derogar cualquier tipo de derecho.
Otra cosa es el funcionamiento insostenible de algunos centros públicos. Para mí el ejemplo a seguir es el Teatre Lliure. Una plantilla sostenible donde todo el mundo tiene claro cuál es la actividad que se desarrolla en sus recintos.
Se empieza a hablar de recuperación, pero en realidad parece que volvemos a mismo lugar de donde veníamos y más perjudicados. En De ratones y hombres, que usted adaptó y dirigió, se hablaba precisamente de una sociedad post crisis en la que nada cambió para bien. ¿Hemos aprendido algo en estos años?
Viendo lo que tenemos alrededor parece que no aunque tengo alguna esperanza con la toma de conciencia por parte de los ciudadanos. Afortunamente en España no se ha producido ese giro salvaje hacia la derecha. Me parece absolutamente necesario que no nos dejemos llevar por la abulia que achata la ideología. Claro que sirve de algo salir a la calle y protestar. Hablar las cosas, dialogar y no dar nada por perdido
¿En qué consiste exactamente Teatro de la Ciudad, proyecto que ha puesto en marcha junto con Andrés Lima Y Alfredo Sanzol en La Abadía?
Buscar un espacio para compartir, dialogar, investigar y crear. Admiro y quiero a Alfredo y a Andrés y estar junto a ellos inventando espacios de creación me hace muy feliz. El primer taller fue una maravilla y en octubre haremos otro sobre dramaturgia que desembocará en los estrenos simultaneos de Edipo, Medea y Antígona en el Teatro de la Abadía en la primavera del 2015
¿Algún otro proyecto a corto plazo?
Acaricio la idea de rodar mi primera película en el verano de 2015. Digo acaricio porque aunque la posibilidad es bastante real, hacer una peli no es, como pasa en teatro, algo que decida yo desde Kamikaze Producciones.
¿Le resulta fácil sacar de su cabeza todo lo anterior, giras, ensayos a la hora de sentarse y escribir y adaptar un texto o lo va compaginando? ¿Es usted de los que escribe hasta en el asiento de un avión?
No me resulta fácil escribir en cualquier sitio. En la escritura tiendo a la dispersión, lo que no me sucede en los ensayos, donde puedo estar muy concentrado durante mucho tiempo. Pero soy disciplinado en la autohostigación. Me doy mucha caña.
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Foto: Antonio Castro