Bajo el envoltorio de novela negra, tras ese ritmo que le otorga el género de investigación, La edad de la ira, finalista del Premio Nadal en 2010, es ante todo un relato comprometido, sin medias tintas, en ocasiones desasosegante, porque busca calar en el corazón, pero también en la razón del lector.
No cabe duda de que una de las principales intenciones de un autor que se sienta a escribir una novela es lograr un producto que resulte entretenido al lector. Sin embargo, es imposible no pensar que, ateniéndose a las posibilidades y peculiaridades de cada género, el autor obviamente busca también cambiar algo, en cada lector primero y en el conjunto de la sociedad conformada por múltiples lectores después.
Hay una buena parte de la literatura en la que claramente esa voluntad de impacto y de concienciación es lo que prima. En este grupo podemos sin lugar a dudas incluir a La edad de la ira del narrador y dramaturgo, Fernando J. López (Barcelona, 1977), una categoría que podría denominarse, “literatura necesaria” y que se adapta a cualquier género.
Marcos, un joven de 17 años, es el principal sospechoso del asesinato despiadado de su padre y de herir mortalmente a uno de sus hermanos. En el instituto donde Marcos cursaba sus estudios el suceso causa la lógica conmoción y surgen las irremediables preguntas, ¿por qué un joven vital, jovial, el típico líder, el envidiado, el deseado es capaz de algo así?, ¿qué le lleva a alguien tan joven a destruir de esta manera su vida? y por encima de todo, ¿qué faltó para que, aparentemente, no saltasen las alarmas en su grupo de amigos y entre los profesores que se encargaban de su educación y la de sus hermanos?, ¿dónde falló todo?
A priori se intentan resolver todos estos enigmas con las explicaciones más sencillas, aludiendo al trauma que pudo causar la muerte de la madre o a la extrema severidad del padre. Sin embargo, esta novela bucea a la búsqueda de causas mucho más complejas, y a través de la figura de un periodista, que al principio ve una oportunidad de escribir un libro sobre lo acontecido, pero que al final se implica de forma más personal, vamos ahondando en situaciones ocultas que conectan irremediablemente con temas de plena actualidad.
La educación, la vida de los institutos, el reto al que cada día se enfrentan muchos profesores entusiasmados por su voluntad de enseñar, acompañados de otros que no la tienen, es uno de los ejes de la novela. La cercanía en el tiempo de los hechos narrados hacen que estén presentes temas como los recortes presupuestarios, la violencia en las aulas, el bullying , temas por los que la literatura no ha transitado muy frecuentemente. Se nos descubre con dureza, pero con realismo, ese reto que supone para muchos docentes ser algo más que uno simples expendedores de contenidos, ser profesores, maestros de vida.
Y junto a esto, otro tema clave como es el descubrimiento de la sexualidad en los adolescentes, haciendo hincapié en ese proceso, en ocasiones tortuoso, en otras liberador, pero siempre complejo de la aceptación de la homosexualidad por el adolescente y por quien le rodea. Proceso al que por desgracia van asociados en numerosas ocasiones términos como acoso, homofobia y violencia, a pesar de la aparente normalidad y aceptación que parecen haberse instalado en la sociedad.
Un toque de atención muy necesario.